Cómo Superar la Decepción:
A finales del año pasado, comencé a percibir en mí un sentimiento que no podía identificar cuál era exactamente, a veces parecía tristeza y otras veces enojo, era “Un sentimiento extraño”.
Los meses fueron pasando y ese sentimiento raro seguía dando vueltas en mi interior. Esto me llevó a dejar de relacionarme con algunas personas de mi entorno de la manera que siempre lo había hecho.
No fue hasta hace unas semanas que por fin pude identificar lo que sentía, lo que generaba que me aleje de algunas personas, cosa que no acostumbro a hacer.
La culpable
La culpable era la “señora” decepción, que se había apoderado de mi corazón, por alguna razón había dejado de justificar las acciones y reacciones de otros y sentía que me habían decepcionado, que mi corazón estaba cansado de que no haya reciprocidad y que debía ser honesta con lo que estaba sintiendo.
Hablé con un par de amigas sobre el tema, una de ellas me dijo que ya había perdido la cuenta de cuántas veces se había decepcionado de las personas. La verdad, para mí era un sentimiento nuevo.
Tal vez pasaron situaciones muy recurrentes que hicieron que tomé atención de esa emoción. Una de las acciones que percibí con más frecuencia fue el “no tengo tiempo” cuando quería conversar con alguna persona cercana. Fue algo que me comenzó a golpear, porque soy alguien que cree que siempre hay tiempo cuando queremos que haya. Sé que esa es una actitud muy mía y estaba esperando lo mismo de mí entorno.
La respuesta
Comencé a preguntarle a Dios por qué ese sentimiento estaba siendo parte de mi vida y después de algunos días, tuve la respuesta.
Esto dice el Señor: Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del Señor.
Había puesto mi confianza y mis expectativas en las personas, antes que en Dios. Por un momento de mi vida dejé de mirar al Señor y miré a las personas que son tan imperfectas como lo soy yo, esperando de ellos lo que solo Dios me puede dar.
Solo Dios no falla, solo Él cumple lo que promete. No es que las personas no tengan nada bueno para dar, que las relaciones no deban ser recíprocas, lo que dañó mi corazón fue esperar de ellos antes que de Dios.
Él que no cambia
Todo lo que es bueno y perfecto es un regalo que desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos. Él nunca cambia ni varía como una sombra en movimiento.
Las personas tenemos mucho de Dios para dar a otros, pero el único que no cambia ni varía es el Señor.
Que nuestra mirada esté siempre puesta en Dios y que nos guíe a relacionarnos con otros de la manera correcta, que nuestro corazón esté guardado por Él para que ningún sentimiento que no sea Suyo nos aleje de Él y de nuestro prójimo.